viernes, 7 de septiembre de 2018

Birgin "El trabajo de enseñar"

Alejandra Birgin: El trabajo de enseñar. Cap 1: La configuración del trabajo de enseñar: de profesión libre a profesión de Estado. 

Parte de los debates de la tipificación de la docencia como profesión y de cuáles son sus características para indagar cómo se configuró históricamente la tarea de enseñar y las huellas que esa constitución del hábito docente dejó. Así, busca repensar la docencia como parte de una historia de los funcionarios del Estado. 
Aporta elementos en dos direcciones: las rupturas en la enseñanza antes y después de su formalización como empleo público atribuida al Estado nacional; discriminar la tarea de enseñanza entre nivel primario y medio. El trabajo de enseñar es previo al magisterio como profesión de Estado. Los maestros laicos eran más autónomos en la gestión pedagógica: controlaban la posesión de una moral recta. Con el magisterio la tarea se normativiza y se regula a través de la asalarización. Respecto de las diferencias entre primaria y media, el magisterio tenía como objetivo formar ciudadanos disciplinados -las mujeres tomaron el lugar de mano de obra- mientras que el secundario se constituyó como lugar de formación de dirigentes. El magisterio, espacio de saberes “necesarios”, quedó vinculado a cierta asepsia política y el profesorado, autónomo y vinculado al campo intelectual, se enorgulleció de las relaciones con el poder político. 
Antes de ser una profesión de Estado, se desarrolló una “pedagogía espontánea”, en marco de relaciones primarias, maestros empíricos y saberes prácticos adquiridos por la experiencia. Ya desde inicios del s xix se intentó unificar y centralizar la formación docente, ej. Rivadavia creó la UBA inspirado en el modelo napoléonico. Los intentos fueron paralelos y consecuencia del proceso de construcción del Estado. Luego, estatización de la educación popular y creación de la escuela como espacio para la homogeneización. Esto requirió muchos docentes y el Estado se convirtió al mismo tiempo en empleador y formador: institucionalización y centralización, actividad sistemática de educar, cuerpo homogéneo. Escuelas normales, calificaciones, uniformidad de modos de apredizaje y títulos. El Estado controló desde entonces los títulos, la contratación, el financiamiento, la obligatoriedad. Así reguló el trabajo docente. 
El magisterio quedó signado por la oposición sarmientina “civilización o barbarie”, progreso o tradición, que ayudó a una mística del servidor público, más tarde a la jerarquización y también a la burocratización. El control, nombramientos y sanciones, son externos y limitan la construcción de autonomía y una concepción corporativa del oficio. 
El proceso de secularización de la enseñanza atribuyó al maestro una misión sagrada y a la escuela la condición de templo del saber. Su tarea central: transformar a la barbarie, luchar contra la ignorancia y para eso había que desterrar maestro sin títulos, curas, educadores anarquistas. Antes de esto, había flexibilidad en la tarea y no pretensiones de universalidad, igualación u homogeneización. Carecía de un sentido compartido. De ahí se fue llegando a planes de estudios preestablecidos y regulación del trabajo de enseñar. La profesión implicaba una moralidad íntegra: vocación, abnegación y servicio. La capacidad ética del burócrata, subordinar la autorreflexión a las obligaciones de su oficio. 
La profesionalización del saber, de este y de otros, está en estrecha relación con la distribución específica del capital cultural: dominación gracias al saber especializado. Así se conformó una capa privilegiada, diplomados y titulados, con el monopolio de los puestos ventajosos social y económicamente. Se definen saberes legítimos y estratificación en todos los niveles: en la enseñanza, magisterio, profesorado. En el magisterio, el proceso de profesionalización se confunde con el de estatización. En el profesorado, los modos de legitimación estuvieron más disputados: determinados capitales incorporados eran el requisito fundamental para llegar a los cargos. Quedaba la discusión de legitimidad entre una formación específica y el origen de clase. También una disputa entre aldedor de esa formación específica: entre los docentes y la producción del conocimiento científico, entre la didáctica y el conocimiento disciplinar. Los reglamentos y rituales de los colegios mostraron la adopción de la táctica escolar propuesta por los normalizadores. Los recreos, la disciplina, la disposición del aula, el secundario los tomó de la cultura normalista y no de la universitaria. Junto a esto, la ampliación del nivel medio y un cuerpo docente conformado mayormente por egresados de escuelas Normales, fue acortando la brecha entre el profesorado y el magisterio en la configuración de su trabajo. 
Las dinámicas de género tampoco fueron indiferentes en el proceso y se vincularon a la configuración del lugar de enseñanza. Para el imaginario social el ideal femenino prevaleciente era la maternidad y la familia; su ámbito, el hogar. De ahí, la lógica de la mujer encargada de una “maternidad social”. Las posibilidades para un trabajo asalariado para las mujeres estaban relacionadas con el cuidado de otros: beneficencia, docencia, enfermería. Se constituyó, fomentado por el Estado y las diferencias de los salarios, un mercado de trabajo sexualmente segregado.  
Con la llegada del Estado de Bienestar y la redistribución de los recursos entre los trabajadores, a diferencia de los países centrales los derechos sociales se expandieron ligados a la constitución de la categoría de trabajadores formales más que a políticas asociadas directamente a la expansión de ciudadanía. Significó también contención política y social de los trabajadores que reguló su capacidad de acción: negociación colectiva, legislación laboral. En tanto, el trabajo docente se excluyó de la concepción y planificación del sistema educativo. El docente normativo perdió su lugar de constructor de los valores de lo público para ser un técnico. Paralelamente se consolidó la sociedad salarial y la regulación a través de estatutos (personal docente, 1958)

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