Experiencia y Alteridad en educación. Capítulo 1 - Larrosa, J. Skliar,C.
Hay
un abuso y uso de la palabra experiencia en educación, sin tener en
consideración sus posibilidades teóricas, criticas y prácticas.
La
experiencia es <<eso que me pasa>>, supone en primer lugar
un acontecimiento, el pasar de algo que no soy yo. Significa también
algo que no depende ni de mi ni mi saber.
Llamaremos
a eso <<el principio de alteridad>> o también el principio
de exterioridad. No hay experiencia si no hay un acontecimiento exterior
a mi, es otra cosa que uno mismo, es algo completamente otro. Esa
experiencia no debe ser interiorizada, esa alteridad no debe ser
identificada sino que se mantiene como tal. La experiencia entonces no
reduce el acontecimiento sino que lo sostiene como irreductible.
El
lugar de la experiencia es en uno mismo, siempre es subjetiva, para
cada cual será diferente, el resultado de la experiencia es la formación
o la transformación del sujeto. Se le dará el nombre de
<<principio de subjetividad>>.
La
lectura puede ser una experiencia, puede ayudar a decir lo que uno aun
no sabe decir, lo que aun no puede decir o lo que aun no se quiere
decir. La lectura ayuda a transformar el propio lenguaje, a hablar por
sí mismo o a escribir por sí mismo. Habilita la posibilidad de poner en
juego los pensamientos del autor, ayudando a pensar lo que aun no se
sabe pensar, ayudando a formar el propio pensamiento, a pensar por si
mismo con sus propias ideas.
Por
ejemplo, si se lee para adquirir conocimientos, después de la lectura
sabemos algo que antes no sabíamos, pero nosotros somos los mismos que
ante, nada nos ha modificado. Para que la lectura se transforme en
formación es necesario que haya una relación intima entre el texto y
subjetividad y esa relación podría pensarse como experiencia. La
experiencia entonces sería lo que nos pasa, no lo que pasa.
Walter
Benjamín tiene un texto <<Experiencia y pobreza>> donde
reflexiona acerca de la abundancia de estímulos y la pobreza de
experiencias que caracteriza a nuestro mundo. Estamos informados, pero
nada nos con-mueve en lo intimo. Pensar la lectura como formación supone
cancelar esa frontera entre lo que sabemos y lo que somos, entre lo que
pasa (y que podemos conocer) y lo que nos pasa (como algo a lo que
debemos atribuir un sentido en relación con nosotros mismos).
En
la formación como en la lectura, lo importante no es el texto sino la
relación con el texto. Y esa relación tiene una condición esencial: que
no sea la apropiación sino la escucha. O, dicho de otro modo, que lo
otro permanezca como otro y o como <<otro yo>> o como
<<otro desde mí mismo>>. Lo que mas amenza
la lectura es la realidad del lector, cuando quiere seguir siendo él
mismo frente a lo que lee, reduciendo todo a su imagen, a su medida,
donde no es capaz de ver otra cosa que sí mismo. Convirtiendo a todo
otro en una variante de sí, leyendo a partir de lo que sabe, termina
solidificando su conciente frente a todo lo que la podría poner en
cuestión. Por el contrario, en la escucha uno esta dispuesto a oír no lo
que no sabe, lo que no quiere, lo que no necesita. Esta dispuesto a
transformarse en una dirección desconocida.
Heidegger
expresa de un modo hermoso la experiencia de esa relación que no es de
apropiación sino de la escucha: “ ...hacer una experiencia quiere decir:
dejarnos abordar en lo propio por lo que nos interpela, sometiéndonos a
ello. Podemos ser así transformados por tales experiencias, de un día
para el otro o en el transcurso del tiempo”.
La
experiencia es un saber finito, ligado a la maduración de un individuo
particular, es un saber personal. Pueden por ejemplo dos personas
enfrentarse al mismo acontecimiento y generar distintas experiencias.
La
experiencia, a diferencia del experimento no puede planificarse al modo
técnico, no puede ser causada y anticipada como un efecto a partir de
sus causas.
La
pedagogía ha intentado siempre controlar la experiencia de la lectura,
someterla a una causalidad técnica, reducir el espacio en el que podría
producirse como acontecimiento, prevenir lo que tiene de incierto,
conducirla hacia un fin preestablecido. Es decir, convertirla en
experimento, en una parte definida y secuenciada de un método asegurando
hacia un modelo prescriptivo de formación. La actividad de la lectura es a veces experiencia y otras no.
De
lo que se trata es de pensar a la experiencia desde el punto de vista
de la formación y de la transformación de la subjetividad, para ello hay
que separar bien <<experiencia>> de
<<experimento>>.
Si
un experimento debe ser repetible, es decir, debe significar lo mismo
en cada una de sus ocurrencias, una experiencia es, por definición,
irrepetible. Si se realiza la lectura de un poema, nadie lee dos veces
el mismo poema, a pesar de que el poema sea el mismo. La experiencia de
la lectura es, en cada una de las ocurrencias, diferente, singular. Por
ello no puede haber ciencia de ella, ya que la ciencia trabaja
generalizando, identificando y representando.
Se
debe separar a la experiencia de la información y separar el saber de
experiencia del saber cosas al modo de tener información. El sujeto
moderno es un consumidor insaciable de noticias, novedades, obsesionado
por la información y el saber, pero lo que termina consiguiendo es que
nada le pase. Tornándose la experiencia en una situación cada vez mas
rara.
El
sujeto de experiencia se define no tanto por su actividad como por su
pasividad, por su receptividad, disponibilidad y apertura, es un sujeto
ex-puesto. Por ello es incapaz de experiencia el que se opone o se
impone, a quien nada le pasa, a quien nada le acontece.
La
experiencia entonces es lo que me pasa, no lo que hago. La experiencia
no se hace, se padece, no es intencional, no se encuentra del lado de la
acción, de la técnica. La experiencia es escucha, atención, apertura,
exposición.
La
ciencia moderna utiliza la experiencia para objetivarla,
homogeneizarla, controlarla, calculada, convertida en experimento. La
ciencia captura la experiencia y la construye, la elabora y la expone
según su punto de vista objetivo, con pretensiones de universalidad.
Eliminando asi
lo que la experiencia tiene de particular y subjetivo. La ciencia no le
da lugar como tal, sino que menosprecia, dándole un lugar menor,
contingente, ligado siempre a un espacio y a un tiempo concreto.
Es necesario entonces dignificar la experiencia, reinvindicarla, reinvindicando
un modo de estar en el mundo y de habitar los espacios y los tiempos
cada vez mas hostiles para la educación. Habitando esos espacios como
expertos, especialistas, pero también sujetos de experiencia. El
lenguaje de la educación esta lleno de fórmulas prestadas de la
economía, de la gestion, de las ciencias positivas, de esos saberes que lo hacen todo calculable, medible. Pero quizás nos falte una lengua para la experiencia.
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