Claudia Romero: Escuela, melancolía y transición
Mejorar
la escuela secundaria implica repensarla, refundarla para pasar de un
modelo selectivo a una escuela para todos. Pero se parte siempre de un
cierto clima de melancolía, dolor por lo que la escuela ya no es y por
lo que aún no puede ser. También de desinterés y de desconexión con el
mundo de extramuros. Esto obstruye la capacidad de educar. Partiendo de
este panorama es necesario encontrar caminos alternativos para pensar la
gestión transformadora de la escuela.
La
melancolía puede pensarse como un “mal de frontera”, un mal que afecta
tanto a los vencidos como a los conquistadores. Tiene que ver con la
transición y el trastocamiento que sacude los cimientos de la escuela
secundaria actual. Se trata de pasar a una escuela que transmute sus
valores, que pase de la selectividad a la democratización. El mal de
transición es entonces parte de un proceso más general, de un cambio
cultural de gran envergadura: el pasaje de la sociedad moderna
industrial, con su escuela factoría y de masas, hacia la del
conocimiento y un nuevo formato escolar. La escuela moderna es
centralizada, homogénea, jerárquica, necesaria y eficaz para lo que fue
creada: la extensión de la escolaridad.
¿Cómo generar modelos alternativos de escolaridad capaces de garantizar la universalidad de la esc
secundaria? Las secundarias conservan la impronta selectiva, formación
de los sectores medios que van a constituir la burocracia estatal.
Mantienen las tradicionales estructuras organizativas y curriculares. La
expansión del nivel implicó una gran heterogeneidad del perfil de los
alumnos, excesos de demandas, contradictorias y en tensión. Todo sumado a
profundos cambios socioculturales. El educando ideal ya no existe.
La
falta de cambios profundos para acompañar a este proceso es una de las
principales causas de la crisis de la escuela: crecieron los índices de
fracaso escolar, abandono y repitencia; nuevos fenómenos: marginación por inclusión, permanecer
en la escuela sin aprender. Hay un desencuentro entre la escuela y la
cultura contemporánea, falta de herramientas pedagógicas para atender la
diversidad del proceso educativo, crisis de autoridad, estructura
fragmentada del currículo, carencia de supervisión. Todo genera
desinterés, frustración y abandono.
Tomando
a Freud, duelo y melancolía por la “escuela perdida”. Una escuela
fantasmagórica. El tiempo cerrado sobre sí, como eterno e inmutable.
Situaciones ideales perdidas y la necesidad de preservar una cierta
pureza de la memoria, la última resistencia a la caída de la identidad,
ese núcleo duro que asigna sentido y lugar en el mundo.
Un
proceso de conversión identitaria supone una cierta transformación de
sí. Abandonar la antigua y generar una nueva identidad de la escuela
secundaria, de su gramática y sus sentidos es la tarea urgente. La
“gestión” es la vía para la “gestiación” de esa nueva identidad.
La
gestión institucional puede resultar algo más que la transmisión de la
lógica de la maquinaria escolar explícita. Puede ser profundamente
transformadora y constituirse como enseñanza. Philip Jackson habla de
“enseñanzas implícitas”, que provienen de la cotidianeidad escolar. Se
trata de otros aprendizajes no planificados. Producción de subjetividad
que se realiza día a día, con palabras, miradas, en el transcurrir que
escapa a las rutinas anodinas.
La
gestión educativa enfrenta dos desafíos: 1) la democratización; 2) la
transformación. Los dos suponen terminar con los estereotipos de la
gestión. 1) El desafío constituye incluir la diferencia para excluir la
desigualdad. Es necesario pasar de la escuela homogénea a una comunidad
democrática de aprendizaje, asentada en la singularidad, la
irregularidad, la diferencia. Pasar también de una cultura de la
enseñanza a una del aprendizaje, reconociendo la incertidumbre. Por
último pasar de estructuras burocráticas y fragmentadas a otras,
flexibles, abiertas, en red. 2) Aquí el desafío es remover los sentidos y
prácticas arraigadas (la llamada “gramática de la escuela”) y para
ello, convertir los rituales en problemas para reflexionar, pasar de la
gestión esoclar
de norma y control a la integración e interactividad y finalmente,
cambiar la competencia desaprovechada e incompetencia ignorada, dadas
por el aislamiento y la soledad, por una conformación de auténticos
equipos de trabajo.
El
campo de la gestión no es meramente técnico. Es básicamente político.
Profundamente vital. De ahí la gestión como gesta. Gestar la escuela es
concebirla nuevamente y hacerla crecer en un acto de esperanza vital. Es
una invitación a fecundar con nuevos sentidos la idea de “hacer
escuela” no in vitro sino in situ. La
gestión escolar se configura como gestión del conocimiento, gestación
de saberes, prácticas, visiones, valores. Otra vez, generar potentes
enseñanzas implícitas.
Ahora
bien, la gramática escolar persiste no tanto por un conservadurismo
consciente sino por la repetición de hábitos institucionales, por
sustentar creencias culturales acerca de lo que es una verdadera
escuela. Los cambios se dan no por destrucción sino por reconstrucción,
gradualmente. La experiencia de Stone High School,
como escuela alternativa, hace referencia a algunos de esos cambios:
conocer a cada uno de los estudiantes, apoyarlos efectivamente, mirar
siempre para adelante, los espacios se subordinan al contenido, actitud
por sobre formación académica.
Para
hacer una escuela diferente es imprescindible la convicción de los
actores involucrados: liderazgo directivo, comprensión de la
complejidad, actitud y aceptación amorosa hacia los jóvenes, nuevos
marcos conceptuales, diseños institucionales y curriculares alterados,
tiempo y espacio repensados, estímulos.
Algunas líneas para la acción, ejes prioritarios:
-Misión
y visión renovadas: trabajar sobre la confianza en la necesidad de una
escuela para todos. Generar consenso amplio sobre el derecho de todos
los jóvenes.
-Conexión
con el entorno: búsqueda de relaciones más fluidas entre escuela y el
mundo. Diálogo para preservar el lugar de la escuela. Nuevo contrato
escuela-familia. Los valores y derechos a defenderse deben llevarlos hoy
en día las familias a la escuela. Estos es producto del triunfo de la
lógica del mercado que ha convertido a la escuela en un objeto más de
consumo y a las familias en clientes.
-Mirada
integral sobre la escuela: la gestión tiene la tarea intransferible de
mirar las complejidades de la vida institucional y gestionar las
tensiones.
-La
opción por los jóvenes y el conocimiento: desarrollar nueva
sensibilidad, acercamiento entre profesores y alumnos. Ni alejamiento
total, ni mimetización con los educandos. Actitud de aceptación y
cuidado. Redescubrir las aspiraciones de los jóvenes.
La escuela es un espacio de transimisión por excelencia:
-Contenidos que pasan de unos a otros. Memoria social. Historicidad.
-Asimetría. Lugares de uno y otro, alumnos y profesores.
-No hay mero traspaso. Hay transformación del destinatario.
En
resumen, se busca enseñar y aprender, con calidad y equidad, los
valores y saberes que se creen valiosos. Para ello debe haber un ethos
de la transmisión, que respete y acreciente el deseo y la capacidad de
seguir aprendiendo toda la vida, en un diálogo con otros y con la propia
voz.
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