viernes, 7 de septiembre de 2018

Romero: Escuela, melancolía y transición

Claudia Romero: Escuela, melancolía y transición 

Mejorar la escuela secundaria implica repensarla, refundarla para pasar de un modelo selectivo a una escuela para todos. Pero se parte siempre de un cierto clima de melancolía, dolor por lo que la escuela ya no es y por lo que aún no puede ser. También de desinterés y de desconexión con el mundo de extramuros. Esto obstruye la capacidad de educar. Partiendo de este panorama es necesario encontrar caminos alternativos para pensar la gestión transformadora de la escuela. 

La melancolía puede pensarse como un “mal de frontera”, un mal que afecta tanto a los vencidos como a los conquistadores. Tiene que ver con la transición y el trastocamiento que sacude los cimientos de la escuela secundaria actual. Se trata de pasar a una escuela que transmute sus valores, que pase de la selectividad a la democratización. El mal de transición es entonces parte de un proceso más general, de un cambio cultural de gran envergadura: el pasaje de la sociedad moderna industrial, con su escuela factoría y de masas, hacia la del conocimiento y un nuevo formato escolar. La escuela moderna es centralizada, homogénea, jerárquica, necesaria y eficaz para lo que fue creada: la extensión de la escolaridad. 

¿Cómo generar modelos alternativos de escolaridad capaces de garantizar la universalidad de la esc secundaria? Las secundarias conservan la impronta selectiva, formación de los sectores medios que van a constituir la burocracia estatal. Mantienen las tradicionales estructuras organizativas y curriculares. La expansión del nivel implicó una gran heterogeneidad del perfil de los alumnos, excesos de demandas, contradictorias y en tensión. Todo sumado a profundos cambios socioculturales. El educando ideal ya no existe. 

La falta de cambios profundos para acompañar a este proceso es una de las principales causas de la crisis de la escuela: crecieron los índices de fracaso escolar, abandono y repitencia; nuevos fenómenos: marginación por inclusión, permanecer en la escuela sin aprender. Hay un desencuentro entre la escuela y la cultura contemporánea, falta de herramientas pedagógicas para atender la diversidad del proceso educativo, crisis de autoridad, estructura fragmentada del currículo, carencia de supervisión. Todo genera desinterés, frustración y abandono.  

Tomando a Freud, duelo y melancolía por la “escuela perdida”. Una escuela fantasmagórica. El tiempo cerrado sobre sí, como eterno e inmutable. Situaciones ideales perdidas y la necesidad de preservar una cierta pureza de la memoria, la última resistencia a la caída de la identidad, ese núcleo duro que asigna sentido y lugar en el mundo. 

Un proceso de conversión identitaria supone una cierta transformación de sí. Abandonar la antigua y generar una nueva identidad de la escuela secundaria, de su gramática y sus sentidos es la tarea urgente. La “gestión” es la vía para la “gestiación” de esa nueva identidad. 

La gestión institucional puede resultar algo más que la transmisión de la lógica de la maquinaria escolar explícita. Puede ser profundamente transformadora y constituirse como enseñanza. Philip Jackson habla de “enseñanzas implícitas”, que provienen de la cotidianeidad escolar. Se trata de otros aprendizajes no planificados. Producción de subjetividad que se realiza día a día, con palabras, miradas, en el transcurrir que escapa a las rutinas anodinas. 

La gestión educativa enfrenta dos desafíos: 1) la democratización; 2) la transformación. Los dos suponen terminar con los estereotipos de la gestión. 1) El desafío constituye incluir la diferencia para excluir la desigualdad. Es necesario pasar de la escuela homogénea a una comunidad democrática de aprendizaje, asentada en la singularidad, la irregularidad, la diferencia. Pasar también de una cultura de la enseñanza a una del aprendizaje, reconociendo la incertidumbre. Por último pasar de estructuras burocráticas y fragmentadas a otras, flexibles, abiertas, en red. 2) Aquí el desafío es remover los sentidos y prácticas arraigadas (la llamada “gramática de la escuela”) y para ello, convertir los rituales en problemas para reflexionar, pasar de la gestión esoclar de norma y control a la integración e interactividad y finalmente, cambiar la competencia desaprovechada e incompetencia ignorada, dadas por el aislamiento y la soledad, por una conformación de auténticos equipos de trabajo. 

El campo de la gestión no es meramente técnico. Es básicamente político. Profundamente vital. De ahí la gestión como gesta. Gestar la escuela es concebirla nuevamente y hacerla crecer en un acto de esperanza vital. Es una invitación a fecundar con nuevos sentidos la idea de “hacer escuela” no in vitro sino in situ. La gestión escolar se configura como gestión del conocimiento, gestación de saberes, prácticas, visiones, valores. Otra vez, generar potentes enseñanzas implícitas. 

Ahora bien, la gramática escolar persiste no tanto por un conservadurismo consciente sino por la repetición de hábitos institucionales, por sustentar creencias culturales acerca de lo que es una verdadera escuela. Los cambios se dan no por destrucción sino por reconstrucción, gradualmente. La experiencia de Stone High School, como escuela alternativa, hace referencia a algunos de esos cambios: conocer a cada uno de los estudiantes, apoyarlos efectivamente, mirar siempre para adelante, los espacios se subordinan al contenido, actitud por sobre formación académica. 

Para hacer una escuela diferente es imprescindible la convicción de los actores involucrados: liderazgo directivo, comprensión de la complejidad, actitud y aceptación amorosa hacia los jóvenes, nuevos marcos conceptuales, diseños institucionales y curriculares alterados, tiempo y espacio repensados, estímulos. 

Algunas líneas para la acción, ejes prioritarios:  
-Misión y visión renovadas: trabajar sobre la confianza en la necesidad de una escuela para todos. Generar consenso amplio sobre el derecho de todos los jóvenes. 
-Conexión con el entorno: búsqueda de relaciones más fluidas entre escuela y el mundo. Diálogo para preservar el lugar de la escuela. Nuevo contrato escuela-familia. Los valores y derechos a defenderse deben llevarlos hoy en día las familias a la escuela. Estos es producto del triunfo de la lógica del mercado que ha convertido a la escuela en un objeto más de consumo y a las familias en clientes. 
-Mirada integral sobre la escuela: la gestión tiene la tarea intransferible de mirar las complejidades de la vida institucional y gestionar las tensiones. 
-La opción por los jóvenes y el conocimiento: desarrollar nueva sensibilidad, acercamiento entre profesores y alumnos. Ni alejamiento total, ni mimetización con los educandos. Actitud de aceptación y cuidado. Redescubrir las aspiraciones de los jóvenes. 

La escuela es un espacio de transimisión por excelencia: 
-Contenidos que pasan de unos a otros. Memoria social. Historicidad. 
-Asimetría. Lugares de uno y otro, alumnos y profesores. 
-No hay mero traspaso. Hay transformación del destinatario. 

En resumen, se busca enseñar y aprender, con calidad y equidad, los valores y saberes que se creen valiosos. Para ello debe haber un ethos de la transmisión, que respete y acreciente el deseo y la capacidad de seguir aprendiendo toda la vida, en un diálogo con otros y con la propia voz.

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